Ángel Marcos, pese a haberse dedicado previamente a la fotografía profesional, no se adentra en el territorio
artístico hasta 1992, momento en el que con motivo de un encargo fotográfico acerca del Teatro Calderón
(Valladolid), Viaje por Teatro Calderón (1992), decide escapar de los férreos formalismos fotográficos para
adentrarse en la subjetividad de la fotografía artística.
En este momento el artista se plantea su posicionamiento profesional en el mundo del arte e incorpora a su trabajo
una dinámica diferente. Estas obras dejan patente el carácter escenográfico de las mismas y en ellas elimina, por
primera vez, lo vano y anecdótico tratando de evocar la memoria del propio lugar a través del testimonio de los
propios objetos y el espacio.
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